Existe un tipo de conocimiento el cual es adquirido a través de los sentidos, basado en lo que hemos visto, en lo que hemos oído y en lo que hemos tocado. Este es el tipo de conocimiento al cual hemos vivido sujetos por años todos nosotros desde que nacimos.
Decimos con frecuencia la famosa frase: “si no lo veo, no lo creo”. Eso es creer basado en los hechos y es el conocimiento del hombre natural. Ese es un conocimiento que se adquiere por los sentidos. Es muy fácil hablar de lo que se ha visto, de lo que se ha oído y de lo que se ha tocado.
Examinemos los siguientes versos de Las Escrituras:
Mateo 16:13-18
“Viniendo Jesús a la región de Cesárea de Filipo, preguntó a sus discípulos diciendo: ¿quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?
Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías, y otros Jeremías, o alguno de los profetas. Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos."
Estos versos reflejan que existe un tipo de conocimiento que no tiene que ver ni con lo que vemos ni con lo que oímos en el ámbito natural.
Ese conocimiento que tuvo Pedro no tuvo que ver con lo que él vio, ni con lo que él oyó, ni con lo que él tocó.
Este conocimiento no tiene que ver con la razón, sino que tiene que ver con la revelación.
Por eso es que para entrar a esta dimensión de la fe, primero hay que tener la revelación. O sea, a esta dimensión de la fe no se puede entrar sin revelación.
Porque la razón dice: “las cosas están mal y se están poniendo peor”. Pero la revelación que tú has tenido hace que confíes y tú dices y repites: la Palabra de Dios dice que hay cosas que para el hombre son imposibles, pero para Dios SON POSIBLES.
Entonces, la única manera, el único vehículo por el cual el hombre puede lanzarse a la dimensión de Dios es a través de la revelación de que para el que cree, todo es posible.
Veamos esto una vez más:
¿De qué manera?
¿Creer qué? Creer que con Dios, para Dios, no hay nada imposible. Y si yo creo, y opero en las leyes espirituales que Él ha establecido, nada hay imposible.
Entonces, este es un conocimiento superior, y no viene por carne ni por sangre.
O sea, no viene por el hombre natural, sino por revelación.
Después de la muerte de Esteban, aparece un personaje en la Biblia, un joven llamado Saulo de Tarso, quien fue interceptado por el Señor Jesús, cuando iba de camino a destruir y arrasar con las vidas de Cristianos.
Hechos 9:1-6 NVI
9 Mientras tanto, Saulo, respirando aún amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al sumo sacerdote 2 y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco. Tenía la intención de encontrar y llevar presos a Jerusalén a todos los que pertenecieran al Camino, fueran hombres o mujeres.3 En el viaje sucedió que, al acercarse a Damasco, una luz del cielo resplandeció de repente a su alrededor. 4 Él cayó al suelo y oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? ¿Quién eres, Señor? preguntó. Yo soy Jesús, a quien tú persigues —le contestó la voz—. 6 Levántate y entra en la ciudad, que allí se te dirá lo que tienes que hacer.
Muchos años después Saulo, ahora llamado el Apóstol Pablo, a través de revelación del Espíritu Santo, nos habla de un conocimiento diferente.
Veamos el siguiente verso de las Sagradas Escrituras:
Ahora entendemos que primero el Apóstol Pedro nos abrió una ventana en la dimensión espiritual cuando recibió la revelación que Jesús era el Cristo, el Hijo de Dios viviente. Y después, el Apóstol Pablo escribe que este evangelio o esta dimensión en la que ha entrado no se la enseñó ningún hombre, sino que ese conocimiento lo recibió por revelación.
Hay muchas cosas que se tratan de enseñar, muchas cosas que se tratan de explicar, pero hay cosas que aunque las expliquemos, a menos que abra su espíritu para que el Espíritu Santo le de revelación no podrán ser entendidas.
Muchas veces estamos en ciclos de cautividad porque aunque recibimos consejería, no hemos recibido revelación. O sea, la mente tiene que ser renovada.
Algo sobrenatural sucede en el espíritu humano cuando comenzamos a leer las Escrituras. La manera de que la fe nace y crece es a través de la semilla incorruptible de la Palabra de Dios. Esa es la manera de recibir revelación.
Y esa semilla se siembra en el corazón y comienza a crecer como un árbol grande, cuyas ramas se extienden y dan sombra.
¿Dónde hemos visto esto anteriormente?
Salmo 91:1
Él que habita al abrigo del Altísimo, morará
bajo la sombra del Omnipotente.
La Palabra de Dios es viva y la paz del Altísimo se refleja en la sombra producida por la esperanza que crece en tu corazón al adueñarte de las promesas del Señor.
La revelación te permite apropiarte de las promesas que están en las Escrituras para que con ellas puedas enfrentar todos los conflictos y situaciones de la vida diaria en victoria.
Vemos entonces que el segundo tipo de conocimiento no es adquirido por los sentidos, sino a través de revelación. Y el Apóstol Pablo nos habla entonces del misterio escondido desde los siglos. Del misterio de la salvación, la redención, la justificación, del misterio del Evangelio.
Todos sabemos los eventos trágicos de ese día. Sin embargo, lo que ocurrió fue trascendental, pero los discípulos en ese momento no habían tenido revelación de lo que estaba sucediendo.
Los discípulos (hombres y mujeres) estaban asombrados y sufrieron y pensaron que cuando el Maestro murió, ahí murió el sueño de libertad nacional, la esperanza de un Mesías que los libertaría del yugo de opresión romana.
Y en ese tiempo y espacio, nadie entendió. Los sacerdotes cegaron sus ojos y aun viendo no entendieron el significado del oscurecimiento del sol, ni de las tinieblas, ni del temblor de tierra, ni de las rocas que se partieron, ni de los sepulcros abiertos y muertos resucitados.
Ni muchísimo menos el significado del velo del templo misteriosamente y por sí mismo rasgándose en dos. No tenían revelación, no podían ver más allá, porque su corazón estaba endurecido.
Tal parece que ya ellos estaban acostumbrados a que todo lo que tenía que ver con Jesús estaba rodeado de eventos sobrenaturales, pero con todo su corazón rechazaban que esos eventos fueran a consecuencia de que Él era el Hijo de Dios.
O sea, podemos introducir aquí entonces un punto sumamente importante: los discípulos, aunque habían pasado más de tres años con Jesús, no entendían el propósito de Jesús haber venido a la tierra ni el propósito de su muerte.
De esa misma manera, nosotros no podemos perder de vista nuestro propósito en el reino de Dios. Si vivimos nuestra vida espiritual basada en los sentidos naturales, o sea, en lo que vemos, en lo que oímos, en lo que palpamos, entonces enfrentaremos todos nuestros problemas con lloro y lamento.
Había una deuda tomada en la tierra y nadie la podía pagar. Lo que sucedió ese día fue que se pagó una deuda. O sea, se pagó la deuda del cielo.
Cuando la muerte trató de aprisionar a Jesucristo, entonces se cumplió la Palabra de Jehová:
Oseas 13:14 (RVA) 14 De la mano del sepulcro los redimiré, librarélos de la muerte. Oh muerte, yo seré tu muerte; y seré tu destrucción, oh sepulcro; arrepentimiento será escondido de mis ojos.
Así que si lloramos y nos desesperamos y sufrimos inconsolablemente ante nuestros problemas, es porque únicamente estamos percibiendo nuestra situación en base a nuestros sentidos naturales, porque estamos operando en la dimensión de las fuerzas humanas.
Sin embargo, hay otro tipo de hijo de Dios, quien cuando viene el problema, mientras más grande es, más firme se para en su confianza y fe en Dios y dice:
Hay personas que ya no viven en la dimensión natural, porque para ser un príncipe en el reino de Dios, hay que vivir en la esfera de lo sobrenatural.
Tenemos que vivir ejerciendo dominio, atando y desatando en armonía con el cielo y, reconociendo que el enemigo está bajo nuestros pies,
Lucas 10:19 (RVA) 19 He aquí os doy potestad de hollar sobre las serpientes y sobre los escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará.
Efesios 2:6 (RVC) 6 y también junto con Él nos resucitó, y asimismo nos sentó al lado de Cristo Jesús en los lugares celestiales,
Es necesario que también entendamos y recibamos que hemos sido destinados a ser la cabeza y no la cola.
Deuteronomio 28:13 (RVA) 13 Y te pondrá Jehová por cabeza, y no por cola: y estarás encima solamente, y no estarás debajo; cuando obedecieres a los mandamientos de Jehová tu Dios, que yo te ordeno hoy, para que los guardes y cumplas.
Por naturaleza divina, la cabeza siempre está arriba y tiene control. Y tampoco tenemos cola, sino piernas para levantarnos ante cualquier circunstancia por el poder de la sangre de Jesús, quien nos restauró al estado de rectitud delante de Dios.
El único vehículo por el cual el hombre puede operar en la dimensión de Dios es el creer, porque para el que cree, todo es posible.
¿De qué manera se cruza ese puente que conecta lo imposible con lo posible?
La respuesta es: creer. ¿Creer qué? Creer que con Dios y para Dios, no hay nada imposible.
Él término Bíblico: Fe.